Momentos como el que vivimos hoy evidencian realidades establecidas que en el transcurrir cotidiano no son valoradas e incluso llegan a ser cuestionadas. Tener un aparato productivo diversificado y no dependiente exclusivamente de una industria o producto es una realidad indiscutible del Valle del Cauca que hoy nos está permitiendo reaccionar rápidamente a necesidades inminentes. Si bien la caña de azúcar juega un roll importante en la economía del departamento está muy lejana de poder ser considerada como hegemónica en el entorno económico.
La Cámara de Comercio de Cali ha hecho bien en insistir durante los últimos años en la estrategia de Clúster en Acción. Ésta ha definido seis clústeres, donde se identifican productores que sin importar su tamaño se relacionan entre sí y coordinan estrategias que les permiten consolidar su sector y aprovechar sinergias para innovar en procesos o productos.
Durante la actual crisis de Covid-19, Colombia ha visto cómo las fronteras se cierran y todos esos productos que importábamos comienzan a escasear. Desde el punto de vista del consumidor, este debe adaptarse a la oferta local la cual afortunadamente permite satisfacer las necesidades básicas, aunque signifique la sustitución de algunos productos y el sacrificio de algunos hábitos. Sin embargo, en el plano médico muchos de esos elementos no son sustituibles y juegan un papel esencial en la estrategia de controlar el coronavirus o proteger las vidas de nuestro personal médico.
La reacción del aparato productivo vallecaucano no se ha hecho esperar y ante la escasez de tapabocas, trajes médicos, gorros, polainas y demás implementos de protección, empresas pertenecientes al clúster de Sistema Moda, como Studio F, Supertex, Deskanza, Spataro Nápoli y Mainco, bajo la supervisión y acompañamiento de las empresas del clúster de Excelencia Clínica lograron desarrollar y modificar sus líneas de producción para en lugar de producir prendas de alta costura, ahora pudieran elaborar los tan preciados trajes de protección. Celebro que este no sea el único caso.
Los ingenios, productores de etanol, igualmente transformaron sus líneas de producción y tramitaron permisos ante el Invima para que, a partir del alcohol carburante utilizado en la industria de combustibles de nuestro país, se pudiera desarrollar alcohol extra neutro, materia prima para la elaboración de geles desinfectantes o alcoholes antisépticos.
Expreso Palmira ante la imposibilidad de viajes intermunicipales, adaptó parte de su flota de transporte de tal manera que pudiera prestar a las empresas que actualmente están trabajando, el servicio de transporte que garantizara las condiciones de asepsia exigidas para sus funcionarios.
Seguramente existen muchos más ejemplos de empresas que en medio de esta gran crisis innovaron y adaptaron sus procesos productivos no solamente para atender una demanda de productos que hace tres semanas no existía, sino para garantizar que como sociedad podamos pasar esta página de la mejor manera. Modificar las líneas de producción y responder a las nuevas necesidades solo es posible si existe un aparato productivo amplio, dinámico y diverso. Si no contáramos con este tejido empresarial seguramente hoy estaríamos viviendo la pandemia de otra forma, esperando en vano que llegaran cargamentos salvadores de tapabocas o alcohol de quien sabe que parte del mundo.
Fuente https://www.elpais.com.co/opinion/columnistas/alfonso-otoya-mejia/respondiendo.html
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